La educación musical fomenta el desarrollo de la vida emocional, de las habilidades
creativas y expresivas, de la estética y la sensibilidad en general, de la flexibilidad de
pensamiento y de la organización temporal; todo ello resulta beneficioso para la integración
social.
Para los sordos, la música tiene indicaciones terapéuticas, pues corrige dificultades
fisiológicas ligadas a esta discapacidad. Así, el niño sordo carece de ritmo corporal, porque este
se desarrolla por el oído; sin embargo, puede percibir las vibraciones rítmicas por vías
diferentes de la auditiva: por su piel y su sistema óseo.
Intentar por el camino de las artes, es muy beneficioso para el ser humano en general.